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Estudiantes de noveno grado realizando una actividad en el patio del Instituto.
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Habíamos ido al colegio San Francisco de Asís en la ciudad de Pasto a hacer una investigación sobre la educación sexual. Antes de entrar al aula, Cristian Timarán, coordinador académico del colegio, nos había dicho: “no les enseñen nada porque ustedes también son estudiantes”, y eso intentamos. A Cristian le preocupaba que nosotros les dijéramos algo que pudieran llevarse a la casa. Preguntas, por ejemplo, que, a sus padres, como a nosotros, los dejaran en silencio y sonrojados.
Ese 23 de septiembre de 2022, cuando conocimos el colegio, la primera en hablarnos sobre los planes del colegio en torno al “Programa de Educación para la Sexualidad y Construcción de Ciudadanía” fue la profesora de Castellano, Deysi Díaz. “No se dicta una clase de educación sexual porque no hace parte del currículo, pero hace parte de ese requisito”, nos dijo. Allí, los profesores están obligados a tratar temáticas de educación sexual, pero ellos mismos eligen cómo hacerlo.
La música resonaba fuerte en las paredes. El bajo hacía vibrar las ventanas y los estudiantes iban de un lado a otro. Estaban eligiendo a los personeros del colegio. En la cancha, al fondo, tres chicos de último año tocaban en vivo música rock. Ese ambiente festivo en una Institución católica nos daba la sensación de rebeldía. Mientras tanto los directivos y docentes no sólo observaban, sino que aplaudían la iniciativa. Acordamos con los docentes que volveríamos para realizar la investigación allí y así lo hicimos durante 3 meses.
En el recreo las chicas y los chicos parecen conocerse un poco más. Quizás, fuera del aula son ellos mismos. Quizás puedan decirse entre ellos cosas que en el salón de clases les resultan imposibles. Los chicos juegan fútbol, o voleibol. Las chicas escogen un lugar para hablar o juegan a cantar mientras hacer figuras con sus manos. Ellas están juntas todo el tiempo. Las observamos de lejos, sin invadirlas. Las miramos desde la terraza del colegio. Y allí, en la terraza, hay parejas que buscan un poco de privacidad. Se ocultan detrás de paredes blancas de no más de un metro y medio de altas. Es un espacio más tranquilo, alejado del ruido. Algunos están sentados en el piso, y otros, se abrazan, se susurran cosas o simplemente se acompañan en silencio. Algunos comparten audífonos. Hay más libertad allí, seguro, además porque ningún profesor sube a la terraza.
Entrar a un salón de clases lleno de niños, niñas y adolescentes es como entrar en una jungla. Hay entre los estudiantes, especies sigilosas y observadoras. También los hay ágiles, enérgicos, y dinámicos. Y hay otros fuertes y salvajes. En el San Francisco de Asís hay 259 estudiantes en Educación Básica Secundaria. Los chicos y chicas de noveno grado son 70 y tienen entre 13 a 16 años. Su entretenimiento es jugar en el aula de clases, en el patio y en los pasillos, son curiosos e intrépidos.
Los adolescentes hablan mucho y les cuesta prestar atención. Sin embargo, son activos y hacen preguntas frecuentemente. Preguntan, preguntan a los profesores que les hablan con empatía y respeto. Algunos usan piercings, anillos, pulseras de hilo o acero, cadenas con abalorios o estilo punk. Crean su propio estilo. Las adolescentes maquillan su rostro con delineados, sombras y labiales. Tienen el cabello tinturado y las uñas pintadas. Otros son tímidos; hablan bajito, no llevan ningún accesorio y utilizan tapabocas. De hecho, casi nunca se lo quitan, como si trataran de ocultarse.
El Instituto San Francisco de Asís, es de carácter católico, privado y mixto en niveles de Preescolar, Básica Primaria, Básica Secundaria y Educación Media. Tiene 695 estudiantes matriculados. Los directivos y profesores, trabajan en el proyecto de educación sexual. Están interesados en “Promover ambientes propicios para el desarrollo y comprensión de los derechos sexuales y reproductivos a través de la construcción colectiva que fortalezca habilidades sociales que sustenten la vivencia de una sexualidad plena, saludable y responsable”. Es una apuesta que piensa en el futuro de los niños y las niñas. Apenas están construyendo la propuesta. Por ahora, en todas las materias, se han incluido los temas de educación sexual y ciudadanía.
Entrar a un salón de clases lleno de niños, niñas y adolescentes es como entrar en una jungla. Hay entre los estudiantes, especies sigilosas y observadoras. También los hay ágiles, enérgicos, y dinámicos. Y hay otros fuertes y salvajes.
II
El 28 de octubre de 2022 realizamos la primera integración con estudiantes. Hicimos una dinámica de acercamiento. Esa vez, la mayoría de estudiantes dijo que les atraía alguien. Las chicas y los chicos parecían empezar sus etapas de cortejo y seducción romántica y a los profesores les preocupaba mucho. El profesor Cristian, por ejemplo, nos confesó que los chicos y chicas de octavo y noveno grado se enamoraban intensamente y que sentían morir cuando la relación terminaba. Cuando eso pasaba afectaba su desempeño académico.
Luego, planteamos una actividad. Les preguntamos que si creían que la educación sexual que recibían en el colegio era suficiente. El 76 por ciento coincidió en que no era suficiente. Allí conocimos a Luisa Burbano, de 13 años, carismática e inteligente. Era una de las más interesadas en la temática. Le compartimos la frase: “si no hubo penetración, no hubo abuso sexual”, para que nos dijera qué pensaba. Ella intentó abrazarse a sí misma, como en señal de protección, y dijo que los tocamientos, u obligarte a hacer cosas que no quieres, definitivamente eran un abuso sexual.
Luisa recordó que de pequeña no deseaba tener pareja. Hizo un gesto de asco y rechazo. Ahora creía que era algo normal. “Ese amigo, ese compañero, también como ese hermano que siempre está ahí y que no lo deja solo”, nos dijo, refiriéndose a su pareja.
El resto de los alumnos tuvo la misma opinión.
Más tarde, seguimos preguntando. ¿Los hombres sienten más deseo sexual que las mujeres?, les dijimos. Entonces, se rieron. No pensaron mucho y 24 entre ellos y ellas dijeron estar de acuerdo. De los 24, 14 eran chicos. Eso nos daba algunos datos. Parecía que las y los estudiantes creían que el hombre es más sexual y la mujer más sentimental. Pero eso no fue todo. Un grupo de chicas hablaban bajito y discutían sobre la respuesta. Cuando les tocó responder, fueron contundentes. “No”, dijeron. “El deseo se manifiesta en ambos géneros por igual”.
Como profundización a las frases que les habíamos compartido les preguntamos ¿se aprende más de sexualidad en redes sociales que en el colegio?, algunos respondían en coro que sí y otros se quedaban con la educación sexual que brinda el Instituto. “En redes sociales hoy hay información clara, completa y exacta, en cambio, en el colegio los profesores no tocan los temas a fondo, no son explícitos como en internet”, así mismo, un estudiante un poco tímido nos manifestó a los 3, sin que sus compañeros lo escucharan que “en las redes sociales aparte de tener la libertar de poder expresarnos, también no existe ningún tipo de discriminación hacia nadie porque si te das cuenta en el colegio se nota bastante la discriminación”
En contraste a la primera respuesta, otro alumno piensa que la información que se encuentra en redes sociales puede ser errónea o no adecuada para su edad porque en internet pueden encontrar información falsa que no esté apoyada por ninguna fuente confiable.
Después, escogimos tres estudiantes de cada noveno. Salimos a un kiosco de las zonas verdes del colegio. En pocos minutos entramos en confianza. Todos querían hablar. El haberlos llevado a esa especie de aula alternativa parecía funcionar. Allí nos contaron que reconocían las relaciones llenas de celos, de inseguridades, de infidelidades y de prohibiciones como relaciones tóxicas. Allí se emocionaron y sonrieron, era un tema del cual hablaban con propiedad, como adultos experimentados. Ellos y ellas manifestaron que estaban en una etapa en la que les interesaban los noviazgos, pero aclararon que no tenían una novia o un novio solo para tener relaciones sexuales. A esas chicas y esos chicos les interesaba una relación con amor, confianza y comunicación.
Una pareja de estudiantes tomados de las manos, a la derecha Luisa Burbano, a la izquierda Samuel Meneses.
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III
El novio de Luisa es Samuel Meneses. Tiene 14 años y está en noveno. Aunque no se define como un estudiante destacado, es participativo y demuestra interés por aprender. Dice que, en el San Francisco, como en todos los colegios, las demostraciones de afecto están prohibidas. Por eso, los profesores los mantienen constantemente vigilados. Él supone que es por el riesgo que tienen de iniciar una vida sexual sin una formación adecuada, sin el correcto uso de los métodos anticonceptivos.
Luego de las 2 actividades, entrevistamos a Luisa y a Samuel por separado para escuchar que necesidades tenían en torno a la educación sexual. Ellos comentaron que han podido entablar un diálogo con varios docentes que han estado dispuestos a escucharlos.
Cada profesor es como la representación de un felino, un reptil, un mamífero o un arácnido distinto —si se quiere ver así—, existe el jaguar depredador; que reprende a los niños y niñas cuando hay ruido y descontrol, la elefanta matriarca; profesora que es confundida por mamá, el capibara amistoso; aquel que se gana el amor de los estudiantes.
Pero, en otros términos, los educadores también pueden ser como grandes árboles que mantienen el aire y los caudales limpios, ayudan a formar suelos fuertes en los que se sostienen los adolescentes, sirven como su refugio cuando la temperatura de sus propios hogares baja. La mejor metáfora para los docentes podría ser el género de los árboles Ficus. Estos alimentan a diferentes especies de animales. La comunidad científica los considera esenciales en muchos ecosistemas tropicales y en lugares como la India significan “árbol de la iluminación”.
Los docentes del San Francisco de Asís no podrán ser “iluminados”, pero han evolucionado para ganarse la confianza de la manada, demostrando interés y sobre todo escuchando sin juzgar. Como por ejemplo el Coordinador Cristian Timarán, que fue profesor de Biología, que logró ganarse el cariño de sus estudiantes acercándose a ellos. Para ellos, Cristian es “un amigo que da consejos”. En sus clases les enseñó sobre los métodos anticonceptivos, las relaciones de pareja y los derechos sexuales y reproductivos. Lo recuerdan como uno de los primeros profesores que les habló de educación en sexualidad.
Burbano cuenta que antes les daba vergüenza hablar sobre métodos anticonceptivos, sobre menstruación y cambios físicos. Temas incómodos para ellos, pero ahora, un poco más grandes, se expresan y preguntan sin miedo porque saben que no los van a juzgar. Ella suelta una sonrisa sincera y dice que su generación tiene mucho más conocimiento en varios temas y que siente más confianza para hablar de lo que sea.
“No todo tiene que ser sexual”, dice Burbano, porque para ella el sexo no debe practicarse por presión social, sino porque “en verdad quieres estar con tu pareja y es la persona correcta”. La ilusión obstinada de tener una pareja en la adolescencia se convierte en un incansable deseo para ellos y ellas.
Ella expone un punto vital, un punto de partida para comenzar a replantear la educación sexual de manera urgente. ¿Qué vamos a hacer en ese momento?, se pregunta. E insiste: “si nosotros estamos pasando por una situación así y de verdad necesitamos ese apoyo, saber de pronto que pueda pasar y si no se habla, ¿qué vamos a hacer en ese momento?”. Seguramente, estas preguntas no se conocerán en el Senado de la República de Colombia a la hora de discutir el proyecto de ley 229 de 2021 que busca “fortalecer la educación integral en sexualidad” en los colegios públicos y privados. Refiriéndose también al consumo de drogas, la prevención de abusos sexuales, la violencia de género y las relaciones sexuales a temprana edad. Luisa Burbano, 13 años, noveno grado del colegio San Francisco de Asís de la ciudad de Pasto, es una de las tantas estudiantes colombianas desinformadas, expuestas, vulnerables.
Según la Encuesta Nacional de Calidad de Vida publicada en 2020 por el Departamento Administrativo Nacional de estadística, DANE, en Colombia, el 65,2% de las niñas de 10 a 14 años que están embarazadas o son madres asisten a centros educativos, mientras que este porcentaje es de 96,6%⁸ para el total de las niñas de estas edades, es decir, una diferencia de 31,4 %. Entre el total de las adolescentes de 15 a 19 años, la asistencia escolar es de 68,6% y se reduce a 18,2% para las adolescentes embarazadas o que son madres (una diferencia de 50,4 %).
Burbano reconoce que actualmente están implementando en el aula nuevas preguntas o estrategias orientadas a la educación sexual con el fin de que a partir de “situaciones problema” puedan distinguir y reflexionar problemáticas que vayan más allá de las materias. De acuerdo con los estudiantes, algunos de los profesores tratan de hablar con ellos y les preguntan directamente cómo van con el tema —buscando generar confianza— pero la tarea aún es larga y queda mucho por hacer.
Samuel Meneses, el novio de Luisa, hace un llamado de atención para que se fijen en ellos y los guíen sin sesgos. Dice que la perspectiva adulta ignora, o más bien no tiene en cuenta lo que quieren los chicos y chicas. “La mayoría de los colegios católicos siguen con ese pensamiento que antes de los 20 está mal, lo que hacen es impedir que la información llegue a nosotros, ellos piensan que jamás vamos a descubrir que esto existe”, dice Samuel. ¡Promover la abstinencia no hace que los menores de edad no tengan sexo! Otra vez, una reiteración entre signos de exclamación, una urgencia que debe atender el sistema y una de las conclusiones que salen a flote luego del acercamiento a los estudiantes. “Yo creo que es más por el pensamiento de la sociedad, al ver que siendo menores de edad realicen acciones que para ellos solo los adultos o esposos pueden hacer”, dice Samuel. Bajo esa premisa, él piensa que en repetidas ocasiones a los jóvenes se les incumple el derecho a la educación sexual.
A su vez, Luisa recuerda que hace muy pocos años, cuando ellos cursaban sexto grado, cuando los profesores les hablaban de sexo, los estudiantes “soltaban una risa, mal pensaban las cosas y no prestaban atención”. Al mismo tiempo, Meneses nos habló con nerviosismo. Dijo que: “ha mejorado mucho porque antes tenía un pensamiento muy inmaduro”. Las estrategias pedagógicas pensadas por grupos de edad hacen parte de los desafíos de los maestros porque ponen a prueba su audacia para que la enseñanza y el aprendizaje sea efectivo.
IV
Para conocer un poco más a los docentes, realizamos un sondeo y recolectamos datos acerca del conocimiento que tenían en torno a la educación sexual. Nos respondieron 30 de los 50 profesores del Instituto. Conocimos que uno de los retos más grandes que han tenido los docentes es que los estudiantes se tomen en serio el tema, porque al hablar de sexualidad, la incomodidad aparece en el aula y las “formas de expresión” al referirse a partes del cuerpo, relaciones sexuales o enfermedades se convierten en todo un problema. Cuatro profesores coinciden en que es difícil lograr que los estudiantes aborden el tema de forma responsable y que la temática cumpla con el propósito, pero esa solo es la punta del iceberg. Para que realmente funcione, los alumnos han demostrado que necesitan adultos que generen espacios de confianza, que los escuchen y puedan hablar de sus problemas. Por ejemplo, Samuel dice que ha podido entablar una relación de confianza con la profesora de biología, Ana María Pinza, quien facilitó los espacios para que podamos ejecutar las actividades de la investigación. Ella le ha abierto las puertas para hablar sobre sexualidad y otros temas de su interés.
La profesora Ana María es una de las más jóvenes del colegio, creemos que tenía aproximadamente 25 años. Dicta biología en Básica Secundaria y Educación Media. Después de las actividades notamos que la docente tiene autoridad en su materia y se ha ganado el respeto de sus alumnos. Al salir del aula notamos otra faceta de ella. En esas semanas se jugaban los intercursos de fútbol en el colegio. Se enfrentaban los chicos de octavo contra los chicos de noveno. La maestra se metió a la cancha dispuesta a animar a sus estudiantes: gritaba y daba pequeños saltos de angustia. Al lado, las chicas de octavo y noveno grado hacían lo mismo. Ana María no sabía mucho del deporte y le preguntaba constantemente al árbitro, un chico alto, de último año, qué era lo que sucedía. Ana María se quedó todo el partido para hacerles barra y darles agua.
16 profesores consideran que para que haya una relación de confianza con los estudiantes no debe haber sesgos ni prejuicios. Una docente en el área de idiomas nos dijo que “no se trata de juzgar sino de aprender a escucharlos con respeto”. Otra docente, ella de Castellano, piensa que la confianza con los estudiantes se logra “preocupándonos por sus conflictos, acercándonos en momentos no académicos y hablándoles de una manera amigable sin juzgar”. Sin embargo, muchos otros docentes no logran que los estudiantes se sientan lo suficientemente seguros para hablar abiertamente sobre sus dudas.
Samuel Meneses considera que los docentes deberían ser más claros y directos a la hora de hablar de educación sexual. “Que nos digan sus consecuencias y sus ventajas, porque también trae ventajas”, dijo Samuel, y dio una fórmula que puede ser el camino para una sexualidad sana. Consciente o no, Samuel se alinea con lo establecido en las indicaciones del Ministerio de Educación en el Programa Nacional de Educación para la Sexualidad y Construcción de Ciudadanía, como: la función erótica, afectiva y comunicativa. El programa del gobierno nacional, además, incluye la dimensión de la sexualidad en la educación de nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes.
Por ahora, lo que sabemos es que el silencio promueve el miedo, la culpa y el malestar de los menores de edad en el colegio San Francisco de Asís de Pasto. Y seguramente, pase lo mismo en otros de Colombia.
Para Samuel, la educación en sexualidad debería ser obligatoria en cualquier colegio. “Ya que es algo que sí o sí en cualquier momento de la vida va a pasar”, dice.
Juan Pablo Hernández, psicólogo y profesor de Ética y Valores en el San Francisco de Asís hace 4 años, forma parte de los encargados del programa sobre educación sexual, el proyecto de vida en grados once, la prevención contra el consumo de drogas y el uso del tiempo libre. Por eso lo escogimos para entrevistarlo de forma individual. Hernández considera que la forma de abordar las temáticas de educación sexual debe ser mediante las herramientas que ellos utilizan y la crítica hacia los contenidos que consumen diariamente. Las películas, series, canciones, medios de comunicación, redes sociales son analizadas en su clase. Que el objetivo no es que dejen de ver o escuchar cierto tipo de contenido, pero que sí logren desarrollar pensamiento crítico sobre su entorno, dice.
Él comenta que en algunos casos los docentes se convierten en padres y, acudiendo a la metáfora, árboles de refugio o elefantes protectores —por la ausencia de mamá o papá biológicos en su cotidianidad—. “Entonces buscan ese apoyo y dicen bueno, ¿con quién puedo contar? ¿A quien puedo contarle mi situación?”, dice Hernández. Y tal vez sea ahí donde los profesores sostengan y acompañen a los chicos y chicas en una situación de vulnerabilidad.
La experiencia le ha enseñado a detectar cuando a uno de los estudiantes le pasa algo. Al verlo, sabe. “Una carita triste es suficiente”, dice Hernández.
Algo parecido afirma Esperanza Chaves Rivas, psicóloga del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, ICBF, en la ciudad de Pasto desde hace más de trece años. La entrevistamos en su lugar de trabajo en septiembre del 2022. Ella da una recomendación a los profesores para que se detengan a observar el lenguaje no verbal de sus alumnos. “Sin decir una palabra con el cuerpo nos están diciendo todo. Mira que importante desde ellos saber qué es lo que quieren, que es lo que piensan, que es lo que perciben para el desarrollo de ellos”, dice.
Chaves comenta que desde la física o la química los docentes pueden trabajar la sexualidad y que no únicamente hace parte de la responsabilidad de las Ciencias Sociales. “Es como vamos generando habilidades, como el docente llega al estudiante y logra los espacios reflexivos… Muchas experiencias de algunas instituciones o docentes con los que hemos compartido de como ellos se van a otro espacio que no es solo lo académico, ellos van a lo humano”, dice. Su sonrisa se deja ver en medio de su discurso, reforzando lo que quiere decir.
Desde su área de conocimiento invita a los profesores “a salir de ese solo espacio”, refiriéndose a lo estrictamente académico porque señala que “cuando los muchachos están por ahí inquietos, cuando están solos, a veces ellos quieren ser escuchados”. Y resalta que, sobre todo, lo que diferencia una conversación que está marcada por la relación de poder profesor-estudiante, es un espacio en donde ambos, como iguales, se sientan a entablar un dialogo en el que “tú me escuchas, yo te escucho y los dos nos vamos intercambiando. El lenguaje de intercambio ayuda a que todos los procesos se vayan movilizando”. Esas recomendaciones, según ella, son algunas de las alternativas para entablar una relación de confianza con los adolescentes.
Esperanza propone nuevas preguntas y tareas para quienes trabajan con infancia y adolescencia. Tanto el colegio, el Estado y las familias están a cargo de la protección de los niños, niñas y adolescentes. Los profesores, las instituciones gubernamentales y los padres se tienen que involucrar y actuar de inmediato en caso de la vulneración de los derechos. “Todos somos corresponsables del bienestar de los niños”, dice Chaves.
Luisa Burbano preguntó: ¿Qué es la anticoncepción de emergencia? Y me recordó cuando en la entrevista dijo: “todo se debería de hablar en el colegio”. Así, de forma simple y sin titubear. No hay otra manera de decirlo, de reclamarlo, de gritarlo, debe ser suficiente que los estudiantes lo exijan.
V
El 16 de noviembre de 2022, día de la última actividad, ya habíamos logrado confianza con los estudiantes. En los pasillos o en los descansos nos preguntaban: ¿Cuándo van a nuestro salón? ¿Cuándo será la próxima actividad? ¿Qué vamos a hacer? ¿El próximo año seguirán viniendo? Las chicas y los chicos hablaban con nosotros a través de las ventanas de los cursos y se emocionaban al vernos. Habíamos construido un vínculo.
Con el objetivo de reconocer los derechos sexuales y los derechos reproductivos para el fortalecimiento del proyecto transversal del Instituto, llevamos una cartelera de El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA). La idea era que, a partir de una actividad dinámica, conocieran sus derechos y compartieran sus dudas sobre los mismos. Para nuestra sorpresa, no conocían los derechos. Unos, un poco tímidos, no se acercaron a la cartelera y se quedaron en sus asientos. En silencio anotaron su pregunta en un papel. Otros iban en grupo, esperando saber que decidía su amigo o amiga y, a partir de eso, escoger su pregunta. Muchos se acercaron a nosotros a preguntar qué era tener relaciones sexuales consensuadas, o qué significa ejercer la maternidad con un trato equitativo.
Teníamos que seguir con el proceso que habíamos comenzado en septiembre de 2022. De las actividades que habíamos desarrollado, la única que no funcionó fue la última, la de la cartelera, como muchas de las cartillas educativas que se quedan en palabras que nadie lee.
Los chicos y chicas anotaban su pregunta en una hoja y la decoraban, utilizaban marcadores y lapiceros de colores y le ponían su sello personal para que fueran pegadas en el patio del colegio frente de las oficinas de Rectoría, Coordinación Académica, Coordinación de Convivencia y la Enfermería. Tomamos cinta y cubrimos las columnas con preguntas porque para nosotros era una forma de comunicarle a los directivos, a los docentes y a los demás estudiantes, las necesidades que tenían estos adolescentes.
En letras grandes se leía: ¿Qué es una pareja sexual? ¿Qué significa tener relaciones consensuadas? A eso se sumaron las incertidumbres de cinco chicos: ¿Qué es una violación? ¿Cómo alguien puede obligarme a tener hijos? ¿A dónde irá el país si no conocemos nuestros derechos sexuales? ¿Por qué los hombres dejan a las mujeres cuando están embarazadas? ¿Cuáles son las consecuencias si se vulnera alguno de estos derechos? Al finalizar la jornada estudiantil, todos los estudiantes salieron de las aulas y observaron detenidamente lo que los chicos y chicas de noveno grado habían escrito. Por un rato se quedaron ahí, leyendo e interpretando los mensajes a su manera. Nosotros tomamos fotografías y nos llevamos las preguntas.
Luisa Burbano preguntó: ¿Qué es la anticoncepción de emergencia? Y me recordó cuando en la entrevista dijo: “todo se debería de hablar en el colegio”. Así, de forma simple y sin titubear. No hay otra manera de decirlo, de reclamarlo, de gritarlo, debe ser suficiente que los estudiantes lo exijan. Es una opinión de corte político, sociocultural, de interés público, mediático, educativo. Todo se debería de hablar en el colegio y esto no solo incluye la sexualidad.
En el caso de los niños, niñas y adolescentes, los múltiples cuestionamientos hacia los adultos se pueden sintetizar en una sola pregunta que hizo la estudiante Luisa Burbano para hablar de la importancia de la educación sexual: Y si no tenemos esas bases fundamentales desde pequeños, ¿qué vamos a hacer cuando las necesitemos?