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"Eres seco Rider, te pasaste"

La experiencia de práctica de un estudiante de Comunicación Social en El Cesfam Piedra Del Águila en Chile Por: Raider Benavides

Rider Benavides en la visita a una familia campesina en Picoiquen – Angol, bajo la Estrategia Territorial De Acceso Diferenciado.

 

“Cuando dijiste, mucho gusto Rider, dije: este cabro (joven) tiene que ser colombiano”.

Me dijo José Alarcón, mi jefe de práctica cuando ya habíamos entrado en confianza y yo

ya no me sentía como el gato negro con la cabeza dentro de la lata de Uriel (lata de sardina)

El gato negro en esta historia es real…


El día que llegué, José se tomó toda una tarde para presentarme a al equipo de

profesionales de todas las áreas en salud, unas veinte por lo menos. Él les decía

entusiasmado: “les presento a Rider, él es comunicador social y viene desde Colombia!!,

estará unos meses con nosotros haciendo su práctica profesional”. “Si si Colombia, si si

Caribe!!” Respondían algunos mientras reían y luego me saludaban. Yo sonreía pero estaba

paralizado, no sabía si cantar con ellos o simplemente hacer la venia por los inesperados

recibimientos. Claramente no esperaba reacciones así, ni siquiera pensé ser presentado a

tanta gente en un mismo día, nunca me había pasado y tampoco esperaba escuchar el

verso de un comercial de cerveza como parte del saludo.


Al final del todo el recorrido por la institución y ya con la mano sudada por haber saludado

a un poco más de cien personas ese día y repetir la misma cantidad de veces “Mucho

gusto, Raider Benavides”, yo seguía con una sonrisa ansiosa y forzada porque ya quería

que José me dijera: mira Rider, esta es el área de comunicaciones y este será tu lugar de

trabajo. Eso no pasó porque no existía hasta ese momento. Rápidamente entendí que

estaba empecinado en pensar en el trabajo ¿Y el disfrute del contacto con la gente dónde

estaba?


Antes de toda esa jornada de presentación, José ya me había dado una inducción en la que

me dio a conocer aspectos generales de la institución. Me dijo: _ “bueno, El Cesfam Piedra

Del Águila es un centro de salud de atención primaria con enfoque familiar, con atención

en el sector rural y urbano…esto que ves ahora es construcción nueva porque después del

terremoto de 8.8 de magnitud en el 2010, no quedó casi nada y tuvimos que atender

pacientes en el parqueadero y hasta en los baños…fue duro pero logramos sobrevivir. _El

equipo de trabajo está conformado por 140 profesionales aproximadamente… De una vez

te digo: tú eres el primer comunicador social que tendremos trabajando con nosotros y

además de talla internacional!” En ese momento yo no sabía si sentirme halagado o salir

corriendo, pero José seguía. _ “En realidad, si no es porque tú me pones al tanto del perfil

del Comunicador Social yo no cachaba (entendía) de qué se trataba tu profesión”.


Rider Benavides con niños de jardín infantil en Angol en el taller de Palabras Mágicas liderado desde el área de comunicación.

Seguía _ “Nosotros alguna vez contratamos a alguien solo para que nos hiciera unos vídeos

pero ya veo que tú te entiendes en todo esto”. Se sobó las manos y dijo mientras sonreía. _

“Te vamos a sacar el jugo! porque la verdad siento que nos puedes apoyar en varios de los

proyectos que estamos adelantando, porque como tú has dicho; el comunicador social es

mucho más que producción y medios de comunicación”. En efecto lo dije, esa es mi

bandera donde quiera que vaya. También le puse al tanto del perfil profesional del

comunicador social de la Universidad Mariana y por eso José me hablaba con mucha

expectativa y entusiasmo de los que haríamos durante mi estancia allá.


Le dije que era importante acotar que nuestro perfil es amplio pero que no éramos

meramente tecnicistas y que por el contrario nuestra formación estaba enfocada en lo

social, en la transformación, en la comunicación alternativa, en trabajo participativo con la

comunidad y por supuesto, en la investigación. El solo abría los ojos y se movía sutilmente

en su silla para no causar ninguna distracción. Yo le miraba su cabello lleno de canas pero

me surgía la duda de si eran naturales o no porque él era como de mi misma edad.


José estaba encantado con lo que acaba de escuchar y me dijo: _ “entonces no solo serás el

primer Comunicador Social aquí en nuestra institución, sino que serás el primer practicante

que podrá trabajar con todas las dependencias, no como los otros que solo están en una área

determinada de la salud, cachais?” _Si le dije, aunque ahora sí me sentía como el gato

negro con la lata en la cabeza. ¿Cuál era mi miedo? ¿Porque sentía que me había puesto la

soga al cuello? ¿y qué hace un gato negro en esta historia?


Comunidad Mapuche alrededor del Canelo, un árbol sagrado al que se le rinde culto en el la ceremonia del We Tripantu.


Voy responder la última pregunta. Pues bien, sin exagerar, una mañana me levante como

con unas nueve prendas sobre mi cuerpo, pase por la sala y la chimenea lucia gris al igual

que el día, ya era casi un mes sin ver el sol. El otoño se despedía y nos cobijaba el invierno.

Me dirigí a la cocina, abrí la puerta que conectaba con el patio y encontré lo que parecían

los estragos de un huracán. La basura estaba toda regada, basura que me habían encargado

para que la sacara, ya sea el sábado a altas horas de la noche para evitar que los escasos

perros callejeros la rieguen en la calle o el domingo antes de las 6:00 am, porque solo ese

día y antes de esa hora pasaba el carro recolector. ¿Quién se levanta a esas horas un

domingo y menos en invierno? Claramente no la saque y no había nadie más que lo haga.


El lugar donde me hospedaba era una casa internado en la que de lunes a viernes vivíamos

14 practicantes profesionales de diferentes áreas del área de la salud y el comunicador, por

supuesto: matronas (e), Obtetristas, Terapeutas ocupacionales, Nutricionistas, Médicos,

Enfermeros, Psicólogos, Odontólogos etc. Si algo tenía asegurado en esa casa era mi salud

aunque lo comunicacional y el trabajo en campo con ellos fuera un caos y un reto al inicio.

Todos ellos se iban el viernes en la tarde a sus casas situadas en algunas municipalidades de

la región de la Araucanía y yo era el único extranjero que por evidentes razones debía

quedarme en casa y por lo tanto era el responsable de la basura y de que una bola de pelos

negros apareciera con su cabeza dentro de una lata de sardina pequeña.


No saben mi impresión frente a la escena y hasta ahora no recuerdo a que iba al patio esa

mañana. Cuando digo bola de pelos negros es porque solo eso podía mirar desde unos 15

metros de distancia en ese momento y en realidad era algo desconocido para mí…



Desconocido como lo era mi llegada al lugar de práctica: otro país, otra gente, palabras

que parecían español pero que no las conocían, ni estaban en la RAE; el invierno, la

cantidad de profesionales recibiéndome con gran brillo en sus ojos, con amabilidad pero

sobre todo con gran expectativa de lo que sería mi apoyo profesional en todos sus y

proyectos; en una área tan desconocida para mí, de tanta responsabilidad, casi que con su

propio lenguaje y caligrafía como es el área de la salud. Este era mi miedo!!.


Recordemos también que José dijo: “te vamos a sacar el jugo, eres el primer comunicador

que tendremos en nuestra institución y además de talla internacional, serás el único

practicante que trabajara en todas las áreas de la salud a diferencia de los demás”. Adicional

a eso no había área de comunicaciones ni equipo técnico y como si fuera poco algunos de

mis profes y en la oficina de internacionalización de mi universidad me dijeron antes de

viajar: _”veras’ que vas en representación del programa de Comunicación Social, de la

Universidad, de la gente de Nariño y de Colombia, confiamos en ti pero no se te olvide

esto”.


A estas alturas, yo tenía las dos posiciones: la del comunicador presionado, inseguro y con

miedos frente al panorama que rondaba en mi cabeza y la posición del gato con la cabeza

atorada en la lata, lleno de pánico, deseando correr pero sin poder hacerlo. Lo confieso,

tenía miedo, dude de mi ser y de lo que sabía hacer, me sentía solo, lejos de mi familia, de

mi gente y mis profes. En realidad nadie está preparado para enfrentar lo nuevo y los

miedos que vienen consigo ¿Pero cómo un comunicador sale triunfante de todo esto?


Unas semanas después de mi pánico yo era el Comunicador Social de nuestro Cesfam

Piedra del Águila, uno de los centros de salud de la municipalidad de Angol, en la región de

la Araucanía en Chile. Esto no lo digo yo, lo decía mi jefe y Viviana Soto, la directora de

tan querida institución. Lo decían con orgullo en cuanto evento estuviéramos presentes. A

fin de cuentas yo era quien podía estar hasta con el alcalde de Angol como maestro de

ceremonia y la voz del Cesfam se escuchaba a través de la mía en las diferentes plazas y en

los eventos que se organizaban entre la alcaldía y los centros de salud. Por supuesto yo

también lo sentía así, no podía de ser de otra manera después de la confianza, el apoyo, el

calor humano que me dieron, el valor e importancia que le dieron a mi trabajo y los

agradecidos que estuvieron por ello.


Pase de ser el Comunicador en pánico, a ser el fotógrafo autorizado de un ritual que

celebra la comunidad Mapuche en el que estaban prohibidas las fotografías. El ritual

sagrado se denomina We Tripantu (salida del sol), se celebra una vez al año en

conmemoración del inicio del año Mapuche y alberga entre 600 y 1000 mil invitados de

esta comunidad. Gracias a que el Cesfam fue uno de los organizadores ese año, no solo

logré ser el fotógrafo; sino que, días antes, cuando se preparaba el terreno en un sector rural

de la zona; también, tuve la oportunidad de cavar los que serían los pozos sépticos

temporales. Esto no se cuenta como parte de un caos; sino como, muestra de un verdadero

trabajo en equipo y de un buen liderazgo, porque junto conmigo también estaba parte del

personal del cuerpo médico y hasta la señora Viviana Soto, directora del centro de salud.

Todos con palendras y las botas puestas. De esto nos falta aprender mucho en Colombia.

Trabajamos con comunidad pero desde el escritorio.


Mi trabajo allá no fue nada desconocido. Lo primero fue dejarme querer de todas esas

personas maravillosas como puede hacerlo cualquier nariñense; quererlos a ellos, a la

institución y a sus usuarios, hacer bien la pega (trabajo) como lo haría un comunicador que

se ha formado en lo social, en lo humano, en lo investigativo, en lo técnico y que entiende

que todos las dinámicas sociales de la actualidad son interdisciplinarias, participativas, que

fomentan el diálogo y las relaciones horizontales.


Llegada de algunas comunidades Mapuche a la Colonia Manuel Rodríguez, lugar en el que se celebró la ceremonia del We Tripantu.

Mi legado fue lograr que todas las actividades, eventos y trabajo de campo tanto en lo rural

como lo urbano sean con enfoque participativo y menos tecnicistas como a veces lo es el

campo de la salud. El legado tangible y más significativo, fue haber logrado que después de

mi práctica se conformara el equipo y área de Comunicación Del Cesfam PDA. Logrado

con pasión, con el poco pero valioso conocimiento que se puedo compartir en tan el

limitado tiempo y que ellos recibieron con gratitud.


A quien pueda interesar la revisión de la cuenta en Facebook que se creó, la encuentra

como “Cesfam Piedra Del Águila Angol”. Ahí encontrará muchas de las actividades que

se hicieron con la comunidad y que por espacio, aquí no las puedo detallar. Si nota que no

aparezco en muchas fotografías es porque quien las tomaba era el comunicador. Si siente

que el material que encuentra no es de la mejor calidad en términos técnicos, es porque se

trabaja con lo que hay y se le da más importancia a las historias que se cuentan que a los

asuntos técnicos.


Sobre la bola de pelos con la cabeza en la lata de sardina, tuve que regresar a mi cuarto a

traer mis lentes para poder mirar desde lejos de que se trataba. Tenía claro que no me

acercaría mucho y menos lo iba a tocar. Una vez puestos mis lentes me acerque a unos tres

metros de distancia pero no le miraba ni patas, ni cola. Me puse de rodillas en el piso

mirando fijamente el artefacto y me percate que su pelo se contraía y se esponjaba continua

y rápidamente. Me angustie y me alegré, sea lo que sea esa cosa, estaba viva.


Tembloroso entre a la cocina, busqué entre un listado de números de emergencia que

estaban pegados sobre la nevera y llame a los bomberos. Me contestaron inmediatamente y

al parecer no me creyeron la historia, seguramente por mi acento diferente y me colgaron.

Volví a marcar y les dije que por favor me colaboren, les conté que era colombiano y

porque estaba en esa casa. Me dijeron: seguro no nos estais weiando (tomado el pelo) y yo

les dije no!, es real, hay un animal que está a punto de morir. Colgué la llamada y salí a la

calle a asegurarme que buscarían la casa donde les indique. Cinco minutos después llegó el

vehículo de los bomberos con su respectiva sirena, se bajaron 3 hombres y una mujer con

todo su equipo, como corresponde. Dudaron para entrar pero luego de un protocolo de

rutina ingresaron a la casa, luego al patio y salvaron el gato adolescente en cuestión de

segundos. Yo me sentía inútil y un héroe a la vez pero lo resolví aunque los bomberos y

quienes escucharon la anécdota después se rieran de mí.


Había quedado claro la sensibilidad, creatividad, el dinamismo, la proactividad y

recursividad del Comunicador Social Colombiano. De los resultados y las calificaciones de

mi práctica profesional no voy a hablar, hay cosas que hablan por sí solas y en mi mente y

corazón aún perduran la satisfacción de haber podido, de haber cumplido, haber vencido el

miedo y perdura la gratitud por todo lo recibido. El gato, si tiene memoria no volverá a

rebuscar en la basura y yo no volveré a tener miedo, ni inseguridad de lo que podemos

hacer en cualquier parte del mundo a la que vamos.


Comunidades Mapuche cocinando y compartiendo alimentos como parte de la ceremonia del We Tripantu

“Eres seco Rider, te pasaste” (Eres un duro Rider, gracias) era la frase que escuchaba

siempre después de cada cosa que hacía y que a ellos les parecía estupenda. A mí me

alimento el alma durante mis cuatro meses en Chile.

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