Por: Daniela Meza
Durante la experiencia con el colectivo de teatro Unicornio de la Universidad Mariana, en colaboración con la Universidad de Nariño, nos trasladamos a la sede de Ipiales de esta última institución. Allí, inmersos en un ambiente creativo y colaborativo, participamos en una serie de talleres donde exploramos y compartimos diversas técnicas teatrales. Fue un espacio donde manifestamos nuestras propias expresiones a la vez que aprendimos de las experiencias y perspectivas de los demás.
En el desarrollo del proyecto, además de los talleres, tuvimos la oportunidad de presenciar dos obras teatrales, una de cada universidad participante. Como parte del colectivo, tuve el privilegio de observar y sentir de cerca cada obra, capturando no solo los diálogos y movimientos en escena, sino también las emociones y sensaciones que estas evocaban en mí. A través de mi registro personal, intenté plasmar la esencia de cada actuación, profundizando en la conexión entre la interpretación y la audiencia.
Como fotógrafa en este universo efímero, mi posición se diluye en la neblina de la subjetividad, entre el telón de la realidad y la trastienda de la percepción. Mi propósito no fue solo inmortalizar instantes, sino también destilar la esencia y el impacto emocional de la experiencia escénica. Mi enunciado, un destello fugaz en el firmamento artístico, busca reflejar la interpretación subjetiva que yace en la intersección entre la creación y la contemplación, entre el artista y el espectador, en un diálogo eterno entre la luz y la sombra. Mi corazón fue delator ante la magnificencia de las obras, revelando en cada disparo la reverberación de emociones que me embargaron.
Delirio
Bajo el crepúsculo carmesí de la luz teatral, el protagonista reposa sobre la mesa con su cuerpo yacente como un mártir de la introspección. Se vislumbra la dualidad entre la calma aparente y la tormenta interior que agita el corazón.
La rebelión de las ganas
Crónicas de una muerte anunciada
Hágase la luz y la oscuridad se hizo
Su presencia, un símbolo de la fugacidad de la vida, arroja sombras danzantes sobre el escenario, mientras ilumina los rincones más sombríos del alma humana.
A sangre fría
En este momento crítico de la obra, la culpa y el remordimiento se entrelazan en un baile macabro, mientras la sombra del acto irrevocable se cierne sobre la escena. Cada gesto, cada mirada, lleva consigo el peso de la levedad de la elección, la agonía de un corazón dividido entre la redención y la condena.
Crimen y castigo
El crimen se convierte en la encarnación de la sombra que acecha en la psique del individuo, mientras el castigo se manifiesta en la agonía de la conciencia, tejida con los hilos del remordimiento y la redención. En este diálogo entre la luz y la oscuridad, la fotografía captura la esencia misma de la lucha humana por la moralidad y el perdón, trascendiendo la realidad tangible para explorar los rincones más profundos del alma.
El Hombre, la maleta y la máquina de escribir
Con una maleta como única compañera de viaje, se sienta en el suelo, anclado entre la realidad y la imaginación. En esta escena de quietud y reflexión, la fotografía captura el espíritu errante del escritor, cuya búsqueda eterna de inspiración se refleja en cada pliegue de su rostro, mientras su mirada se pierde en el horizonte infinito de la creatividad literaria.
La insoportable levedad del ser escritor
La maleta se convierte en un cofre de secretos, donde las letras yacen en espera de ser liberadas. Un retrato tácito de la vida y la obra de un literato, donde cada letra escrita es un fragmento de su alma inmortalizada en tinta.
De la tierra a la poesía
Reposa en su letargo, mientras una musa encarna la esencia de los versos, recitando las palabras que brotan del corazón del literato. Es aquí, en esta sinfonía de luz y sombra, donde la magia de la creación literaria cobra vida, trascendiendo el tiempo y el espacio para perdurar en la memoria colectiva.
La revolución teatral
Sus siluetas envueltas en la penumbra de la introspección. Con las espaldas vueltas hacia el espectador, parecen estar inmersas en un diálogo silencioso con el pasado y el futuro. Cada paso en la oscuridad es un eco del camino recorrido y el sendero por venir.
La metamorfosis
Cada trazo de luz es un susurro en el lienzo oscuro del universo, una oda al paso fugaz de la existencia. En este trance hipnótico, la realidad se desdibuja en un remolino de energía, donde la esencia misma del momento se funde con el éter de la eternidad. En esta imagen poética, el flujo perpetuo del tiempo se detiene por un instante, revelando la belleza fugaz de la vida en su danza perpetua con el cosmos literario.
El resplandor de una mente con recuerdos
En el umbral de la nostalgia, rodeada por las siluetas etéreas de los recuerdos, la luz, intensa y deslumbrante, se derrama sobre ella como un río de emociones literarias, iluminando cada rincón de su ser con destellos de pasado y presente entrelazados, sinfonías de libros olvidados.
El contrato teatral
El telón se cierra con un crescendo de pasión y verdad, dejando una huella indeleble en el corazón del espectador y en la memoria del escritor olvidado puesto en escena para ser onírico ante la mente del público y del tiempo.
La odisea en el teatro
En este teatro de la vida, los ensayos son el preludio de la magia, donde el alma del actor se fusiona con el personaje, y la luz de la inspiración irradia desde lo más profundo del ser. En esta imagen poética, el telón se alza para revelar el proceso mismo de la creación, un baile íntimo entre el artista y la musa, donde cada paso es una plegaria al arte y cada ensayo es una ofrenda al universo.